19 de abril de 2008

la despedida...

Como todos los días él le llamo antes de dormir, con la misma emoción, en esta añeja suerte de rito romántico, para ponerse de acuerdo en la hora en que se verían, para platicar de los planes que tenían para aquel encuentro, mismo que ninguno de los dos develaba por creer que la sorpresa siempre era mejor; para pronunciar algunas frases hechas, algunos te amo, mandar algunos besos, y escuchar a través del auricular sus voces que de manera virtual se unían y creaban una atmósfera de dulces recuerdos que tocaban con la mirada y veían con las manos.

Ella soñaría, esa misma noche con los ojos de él , él sólo pensaba en lo mucho que la quería, ya que su amor no "era el amor de unos adolescentes inmaduros", no era de ese tipo de amor que necesita un título, era un amor que fluía a través de las miradas, de las palabras y los gestos, del placer efímero y perenne, del sentimiento a flor de piel, del lado animal y de la ternura edulcorante. Al final de la llamada quedaron de verse en aquella esquina donde había un reloj, que ella, por despistada nunca había visto, y que él siempre utilizaba como punto de referencia para citarse.

La cita era casi de madrugada, así que cada uno debía dormir y estar listo antes de las 5am, para que todos los planes salieran de la mejor manera. Ella, como buena noctambula, durmió hasta que las pestañas se le cerraban, ya bien entrada la noche después de leer cualquier cosa; y él como amante fiel del día durmió después de colgar. Sus sueños, basta decirlo, fueron los mismos, cada pensamiento, como en novela rosa, era similar, cada imagen, cada idea, cada murmullo, cada suspiro, cada sollozar, cada silencio, cada palabra pronunciada en silencio les pertenecían, eran mutuas, eran suyas...

La mañana siguiente, él llego muy puntual, ella como debía manejar y aún sin hacerlo llego con 15 o 20 minutos de retraso como era ya costumbre, al verse la mano de ella se movió y él volvió a sonreír como sí de pronto el aire hubiera regresado a su pecho; aún no amanecía y ellos ya estaban juntos, él plan era simple ver el amanecer a la orilla de la playa, besarse hasta que los labios se pusieran rojos, y les templaran las extremidades, después desayunar en algún lugar de ese hermoso puerto y pasar la tarde junto al mar asoleandose, hasta que llegara el ocaso...

El plan comenzo de manera adelantada los besos, las caricias y abrazos se hicieron presentes desde el momento en el que él subió al carro, ya que la regla era que él manejaría siempre que estuvieran juntos. El roce de los cuerpos fue intenso por el saludo, pero minutos después los dos se percataron que debían separarse para continuar con los siguientes planes, aún cuando siendo sinceros lo único que deseaban era el eterno goce de su deseo reprimido. Llegaron a la playa en el momento exacto en que amanecia, y pudieron observar al sol naciente abrazados; ese, iba a ser el único amanecer que ninguno de los dos podrá olvidar, ella lloro algunas lágrimas y él sólo la abrazo... ella era noble, un poco mentirosa, apasionada y extremadamente solitaria, él era, describirlo sería absurdo, él ya no existe...

Después de besarse por algunos minutos que se convirtieron en horas, él se detuvo y le dijo: "debo decirte una noticia", ella volteo y lo miro con toda la ternura del mundo, con aquello que se alberga en el corazón, pero, de manera extraña y anormal, por su mete pasaron mil cosas, mil sueños, mil minutos, mil ideas, mil pensamientos, mil olores, mil colores, mil combinaciones, mil sabores y sensaciones, mil cosas la estremecieron, mil más la alarmaron y otras mil la llevaron de regreso al mundo real, él tomo sus manos y le dijo que la amaba con le alma y el corazón, y después pronuncio un funesto y suicida: "pero...." y calló, ella pregunto mil veces la razón del pero, y nunca consiguió una respuesta; volvieron a besarse y los planes se cumplieron a la perfección, el desayuno fue bueno y abundante, el calor agradable y la playa baño sus cuerpos hasta purificarlos en una rica mezcla de placer que cautiva por el oído, enamora por la espalda y se posa en el corazón.

Al llegar el atardecer se volvieron a sentar en la orilla de la playa, envueltos por algunos cobertores que los aislaban del fuerte viento, para ser testigos del milagroso atardecer en el mar. El cabello de ella, ondulado, castaño y largo, se dejo llevar por una ráfaga de viento que le tiro la mascada que lo sujetaba, misma que fue a posar en los hombros de él que brillaban con un color durazno tenue gracias al hermoso juego de luces que producía el mar, la arena, el cielo, el sol y la infinitud...,
Él sintió el roce de la mascada y el ondular del pelo de ella como la provocación más erótica y sensual del mundo. Su cuerpo que había transitado todo el día por una extraña excitación comenzó a erotizarse con el golpe tenue de la brisa marina al atardecer, con el frío imperceptible de la noche naciente que erizaba la piel y con los últimos rayos de sol posandose sobre sus cuerpos casi desnudos; ella, por su parte, sentía el roce constante del cobertor en sus pezones erizados, las manos tibias de él sobre su espalda tratando de quitar el nudo del traje de baño, la cálida arena entre sus dedos descalzos y el viento entre sus cabellos, dichos sentires provocaron una euforia tal en la joven y bella pareja, que en ese mismo momento y lugar, él la tomo por la cintura y la beso, con ternura, con pasión, con locura y con rapidez, con una extrema necesidad de fundir sus almas en el acto más puro del mundo, de pronto las ropas sobraron, los cuerpos se unieron y la entrega fue total, plena, incandescente, fría, tibia y ardiente, rápida y eterna, roja, verde y violeta, de sabor miel y café, con olor a sándalo y a hierba húmeda....

La mascada recorrió el cuerpo de ella, la arena cubrió el de él, el agua mojo lo ya de por sí húmedo, los pequeños y vetustos rayos de sol colorearon su piel desnuda, él beso cada poro, ella desnudo el cuerpo de él, ambos reconocieron nuevas sensaciones, nuevos olores, nuevos movimientos, nuevos placeres, ella fue de ida y vuelta a la India, el sintió un momento mistico sin límites, la entrega fue mutua, en sus mentes todo era vacío, no había ningún pensamiento que los torturara, todo fue pleno y total... Los ojos de ambos veían sin verse, cada uno le pertenecía al otro, los dos veían de la manera en la que el otro lo hacía, cada molécula estaba compenetrada, cada poro sudaba placer, cada hormona erizada comunicaba más sensaciones que el mar frente a ellos, en silencio se decían más secretos que en cualquier platica, el veloz palpitar los unía y los refugiaba en la comunión de la mente satisfecha, del deseo suicida y prohibido que pronto regresaría...
El silencio de sus voces se hizo su complice y les acompaño por horas, la música del oleaje marino fue la serenata perfecta de los amantes y la luna el único rayo de luz que se posaba sobre su unión...
Llego la noche y con ella el momento de partir era inminente, volvieron a subir al auto, ahora ella debía conducir y llevar a él hasta el reloj donde siempre se veían y se despedían, como una vieja y misteriosa costumbre; el camino de regreso fue silencioso, pero vital, los dos sólo observaban sus gestos y facciones en la oscuridad de la carretera, olían el aroma aquel de los cuerpos después de poseerse, y reían por algún recuerdo vago, ya que el camino era corto y sencillo, las miradas y recuerdos de aquel momento fueron pocas, pero sustanciosas. Por fin llegaron a la cuidad y sus luces apabullaron sus ingenuas miradas.

Al llegar al lugar previamente acordado él descendió y dijo nos vemos pronto, tomo la mascada del pelo de ella y la guardo en la mochila que siempre cargaba consigo, ella le mando un par de besos y le dijo hasta esa fecha... él se puso de pie en la acera y ella arrancó el auto, como siempre se detuvo en esquina próxima y le envio un beso más, él le respondió con una sonrisa mezcla de dolor, melancolía y placer.
El final de está historia es extraño y hermoso a la vez, ya que aquella despedida fue la última ocasión en que se vieron, él partía al día siguiente al extranjero, ella no lo sabía, desconocía cualquier plan, cualquier idea, él tenía su pero y su silencio le valió el olvido y la muerte del sentimiento más puro del mundo... Hablar del final de ella es como referirnos al proceso mismo en que una flor inevitablemente se marchita y muere... ella tenía mi nombre, es lo único que recordamos, él... él al día siguiente de la despedida murió de manera fulminante en el corazón de ella, y con él su retrato, su forma física, su nombre y la vida , real, de ella.

5 comentarios:

ella la que escribe... dijo...

... tengo pocas palabras en verdad me siento rara al exponer esto...

Anónimo dijo...

el oro boro es una construcción cíclicla en la que el final se alimenta del comienzo y viceversa...una suerte de ave fenix eterno fundamental para el alma humana

Cicuta drinker dijo...

Se llama aventis, carnal...pinche literatura del XX está atascado de esa madre..jajaja

del pos: no sé.. el amor.. tendrá que ser una de las cosas que dejaré de practicar por mucho tiempo, y eso trae como consecuencia, las despedidas, las reconciliaciones, las citas.. etc.. :(:(:(:( snif snif...

dan dijo...

no lo puedo creer :O

dan dijo...

no lo puedo creer :O